Tengo a gala decir que no me he perdido ni una sola de las citas que cada mes tenemos con
Cocinas del Mundo...y esta no iba a ser la primera. Este mes es Mar, de
La cocina de Mar, la que nos propone hacer la maleta culinaria y viajar nada menos que a
Colombia.
Cuando supe el destino de este mes no pude por menos que acordarme de un colombiano simpatiquísimo que conozco y que responde al nombre de Felip. Y hoy estoy charlatana así que voy a contaros una historia que es, en si, un homenaje a un ser humano encantador.
¿Sabéis esas personas que derrochan buenas vibraciones? Pues Felip es una de ellas. Le conocí hace la tira de años cuando vivía en Tarragona y acudía al gimnasio de mi barrio a las clases de fitness. Felip era nuestro instructor y sus clases eran sencillamente puro buen rollo. Por razones que no vienen al caso estuve un tiempo sin ir y cuando volví me encontré con la desagradable noticia de que Felip ya no estaba. Me dijeron que había tenido una lesión muy grave y no podía dar clases. Me sentí muy triste por el y por nosotros porque perdíamos un gran instructor y nunca más volví a saber de el...
Unos años después me mudé a Torredembarra, a 15 km de Tarragona. Un buen día fui a hacer la compra a una gran superficie que había cerca de mi casa y, al pasar por la sección de pescadería, me fijé en el nuevo chico que atendía con una gran sonrisa. Cuando me llegó el turno le pedí lo que quería y le dije directamente: ¡yo a ti te conozco! ¡tu eras mi instructor en el gimnasio X! Se quedó mirándome, como haciendo memoria, y con una sonrisa me dijo: ¡siiiiiii, es verdad!
Hablamos durante un buen rato (menos mal que no había nadie detrás), me contó que ya no trabajaba como instructor y dentro de mi pensé que era una verdadera pena porque el mundo se perdía un estupendo profesional. Le conté que ahora vivía allí e iba al gimnasio
Anura y que estaba muy bien y que me lo pasaba bomba. ¡Y se alegró mucho por mi!
Tiempo después me mudé a vivir a Holanda y un buen día, siguiendo alguna publicación de mi gimnasio tan querido, vi una foto de Felip dando clases de nuevo ¡en mi gimnasio! ¡No sabéis la alegría que me dio! Me dije a mi misma que ahora si las cosas estaban en su sitio...¡Que vueltas da la vida!
Y así fue como, pensando en qué preparar para hoy, le pregunté a Felip cual era su plato preferido y me dijo que le encantaba el "sudado de pollo" que, ya para empezar, tiene un nombre de lo más gracioso. Y eso es lo que os traigo hoy, uno de esos platos caseros y tradicionales de la cocina colombiana y que en casa nos ha encantado. ¡Va por ti Felip! ¡Espero que te guste!
Ingredientes: 3 pechugas pollo grandes; 1 cebolla grande; 1/2 pimiento amarillo; 1/2 pimiento rojo; 2 dientes ajo; 3 cucharadas salsa tomate; 1 cucharadita comino molido; 1 cucharadita cilantro molido; 1 cucharadita guindilla molida; 1 cucharadita colorante o cúrcuma; sal; pimienta; aceite; cilantro fresco; 12 patatas pequeñas; 500 ml caldo.
Preparación: Pelar y picar la cebolla y el ajo. Limpiar los pimientos de semillas y picar en daditos. Cortar el pollo en trozos (la receta original suele llevar muslos de pollo pero a mi me gusta más la pechuga).
En una olla cubrir el fondo con aceite y rehogar la cebolla y el ajo. Añadir el pimiento y continuar rehogando unos minutos. Añadir el tomate, salpimentar al gusto y continuar rehogando. Finalmente añadir el pollo, el comino, el cilantro, la guindilla y el colorante y rehogar durante unos minutos más.
Cubrir con el caldo y cocinar durante 45 minutos a fuego suave (así es cuando el pollo "suda"). Añadir las patatas peladas y el cilantro fresco picado y cocinar durante 45 minutos más.
Servir acompañado de arroz blanco cocido y aguacate en rodajas, regado con un buen chorro de limón y espolvoreado con cilantro fresco picado.